
En 1901, un buzo griego descubrió, al sur de la isla de Antiquitera, unos restos de un antiguo naufragio: altas y agudas ánforas, estatuillas de bronce...etc. Comunicado su descubrimiento a las autoridades, se procedió al levantamiento de aquellos restos. De entre todos

Pasaron los años y los investigadores, al no llegar a ninguna conclusión sobre este extraño mecanismo, a excepción de que se trataba de algo muy adelantado a su época, pues no se verían en occidente artilugios tan complejos hasta el Renacimiento, se olvidaron de su existencia. No fue hasta los años '50 cuando un estudioso de la ciencia, Derek De Solla Price, se interesó por el artilugio, abandonado en el Museo Nacional de Atenas.
Tras unos años de estudios, publicó sus conclusiones afirmando que se trataba de una especie de computadora astronómica, que podía calcular la posición de los astros, e incluso predecirla. Los diversos engranajes están graduados con precisión, recordando el funcionamiento de primitivos relojes. Price fechó el mecanismo gracias a las pequeñas inscripciones hacia el 80 a. de C. Estas conclusiones provocaron la sorpresa, la incredulidad y la indignación en la comunidad de historiadores y arqueólogos, que se apresuraron a negar la posibilidad de que los antiguos ingenieros griegos habieran sido capaces de concebir y construir semejante mecanismo tan complejo (quizás esta primera reacción tan furibunda se deba a que fue un físico e historiador de la ciencia el que llegó a unas teorías y conclusiones a las que no habían podido llegar ellos; ya se sabe, la envidia entre académicos...). Pese a todo, agunas de las conclusiones de Price eran meras conjeturas, no explicaba el funcionamiento de algunos engranajes... etc. El enigma del mecanismo continuaba.
Hasta ahora. El último estudio realizado sobre el mecanismo por profesores universitarios de diferentes universidades de Europa, con modernos aparatos de rayos X, escáners y representaciones en 3D, ha arrojado luz sobre el misterioso mecanismo. En efecto, Price tenía razón.
Según todos los indicios (incluso se ha podido descifrar una especie de manual de uso del aparato, grabado en griego antiguo en el bronce de una de las piezas) se trataría de una calculadora astronómica con capacidad para calcular y predecir la posición de la mayoría de los astros conocidos en la época, además de la posición del sol y la luna en determinadas épocas del año, e incluso es posible que predijera eclipses de luna y de sol. El mecanismo se hacía funcionar accionando una especie de manivela lateral, que hacía girar los engranajes, dispuestos de una manera sorprendente por su complejidad. Los investigadores han quedado sorprendidos por el conocimiento que poseían los antiguos sabios e ingenieros griegos: no sólo el dominio de las tablas astronómicas que permitirían la predicción del movimiento de los astros, posiblemente conocidas a través de los babilonios, sino también el conocimiento técnico necesario para construir semejante máquina, con tal precisión (algo que no se vería en Europa hasta el siglo XV). Posiblemente se trataría de un encargo de algún rico y culto caballero o senador romano a los técnicos griegos de la isla de Rodas, famosa por poseer una de las Academias más prestigiosas de la época, hundido en la galera que lo transportaba hacia Roma.

Tras unos años de estudios, publicó sus conclusiones afirmando que se trataba de una especie de computadora astronómica, que podía calcular la posición de los astros, e incluso predecirla. Los diversos engranajes están graduados con precisión, recordando el funcionamiento de primitivos relojes. Price fechó el mecanismo gracias a las pequeñas inscripciones hacia el 80 a. de C. Estas conclusiones provocaron la sorpresa, la incredulidad y la indignación en la comunidad de historiadores y arqueólogos, que se apresuraron a negar la posibilidad de que los antiguos ingenieros griegos habieran sido capaces de concebir y construir semejante mecanismo tan complejo (quizás esta primera reacción tan furibunda se deba a que fue un físico e historiador de la ciencia el que llegó a unas teorías y conclusiones a las que no habían podido llegar ellos; ya se sabe, la envidia entre académicos...). Pese a todo, agunas de las conclusiones de Price eran meras conjeturas, no explicaba el funcionamiento de algunos engranajes... etc. El enigma del mecanismo continuaba.

Según todos los indicios (incluso se ha podido descifrar una especie de manual de uso del aparato, grabado en griego antiguo en el bronce de una de las piezas) se trataría de una calculadora astronómica con capacidad para calcular y predecir la posición de la mayoría de los astros conocidos en la época, además de la posición del sol y la luna en determinadas épocas del año, e incluso es posible que predijera eclipses de luna y de sol. El mecanismo se hacía funcionar accionando una especie de manivela lateral, que hacía girar los engranajes, dispuestos de una manera sorprendente por su complejidad. Los investigadores han quedado sorprendidos por el conocimiento que poseían los antiguos sabios e ingenieros griegos: no sólo el dominio de las tablas astronómicas que permitirían la predicción del movimiento de los astros, posiblemente conocidas a través de los babilonios, sino también el conocimiento técnico necesario para construir semejante máquina, con tal precisión (algo que no se vería en Europa hasta el siglo XV). Posiblemente se trataría de un encargo de algún rico y culto caballero o senador romano a los técnicos griegos de la isla de Rodas, famosa por poseer una de las Academias más prestigiosas de la época, hundido en la galera que lo transportaba hacia Roma.
¿Qué nuevo descubrimiento en un futuro próximo hará que nos replanteemos todas nuestras creencias y convicciones sobre alguna de las civilizaciones del mundo antiguo?